¡Hey, bloggeros! Hoy hablaremos sobre una raza de gato muy... leopardeña...
¡Hoy hablaremos del gato de bengala o bengalí!
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Arff... ¡Déjame dormir! |
La raza se originó cuando se cruzó un gato doméstico con uno salvaje; este último tenía manchas de leopardo, de modo que el bengalí acabó con un pelaje muy singular, como podéis ver. La raza se consolidó sobre
1970 tras cruces con otras razas gatunas como el siamés, el mau egipcio u ocicat.
El gato de bengala es de tamaño mediano, con miembros musculosos, y la punta de la nariz, que es bastante larga, es roja. Las orejas son triangulares y grandes, y sus ojos grandes, su pelaje, corto y suave, pegado en el cuerpo, es idéntico al de los leopardos, cosa que caracteriza a la raza, aunque hay distintas tonalidades. Otro dato interesante del bengalí es que ha desarrollado un extraño gusto por la natación.
Los gatos bengalíes no se adaptan a cualquier espacio. Son muy hiperactivos y su instinto salvaje les ha hecho muy curiosos, de modo que es preferible que dispongan de un jardín o terraza; si no se dispone de dichos espacios tenemos como alternativa sacarlos a pasear.
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Me gusta reflexionar sobre la vida |
El bengalí no tiene muchos problemas de acumulación de pelo debido a que es muy corto, pero no estaría de más darle una pasada de vez en cuando para evitar acumulación de pelo muerto, y para que quede un pelaje brillante y bonito.
Un problema curioso de estos gatos (relajaos, no es muy común) es que debido a sus antepasados salvajes puede presentar problemas de estabilidad emocional, es decir, que puede tener momentos de total descontrol, por eso se recomienda cruzar varias generaciones de gatos con otros domésticos para que así ese gen salvaje se ablande. Otros problemas que pueden presentar son problemas oculares, alérgicos o del corazón, aunque en general son gatos con una salud sobresaliente.
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